El semestre pasado (Spring I 2017), como parte de la unidad de poesía y diáspora en la clase de Literatura Latinoamericana: Textualidades, recibimos a la poeta diasporican y hacedora de libros, Yarisa Colón.
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Durante la conversación discutimos temas acerca de la tradición poética Nuyorican, los puentes artísticos con la Isla, las formaciones afectivas y literarias de Yarisa, sus diferentes experiencias en el exilio, tanto en París como en Nueva York, las representaciones y estereotipos de la mujer latina, su trabajo intermedial plástico y por supuesto sus poemas.
Muy generosamente, Yarisa culminó su visita con un taller de libros hechos a mano. Los estudiantes demostraron su entusiasmo y agradecimiento con la visita por medio de un librito colectivo que le regalaron. Posteriormente, muchos eligieron analizar su trabajo en uno de los ensayos centrales de la clase, cerciorando el impacto que hizo Yarisa.
Este tipo de visita y diálogo directo con los hacedores me parece vital en la educación. La literatura como disciplina logra volverse una relación vivencial en la cual lectores y autores se confunden en el acto de la creación y la lectura.
Durante el verano, Yarisa escribió una entrada en su blog sobre la experiencia en mi clase. Ella concibió la visita como un momento de intercambio de ideas y de mutuo aprendizaje. Con su permiso, comparto el texto que escribió.
En la clase de literatura
Por: Yarisa Colón
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En abril tuve el privilegio de conversar con el grupo de universitarios que toma la clase de literatura latinoamericana con el profesor Rojo Robles, colega puertorriqueño quien también se desempeña como dramaturgo y cineasta en la ciudad de Nueva York.
Llegué al salón de clases justo a tiempo para presenciar una discusión sobre la literatura puertorriqueña diaspórica, basada en la selección poética de Pedro Pietri, precursor del Movimiento Nuyorican, en conversación con una serie de poemas de Nicole Cecilia Delgado, fundadora de la Impresora y Atarraya Cartonera.
Quizás, al estar tan atentos a los argumentos de sus compañeras y compañeros, no se percataron de lo mucho que me inspiraron. Esto demuestra el valor de los encuentros académicos, cara a cara, en semicírculos prestos para el debate, pensé, mientras los escuchaba.
Cuando le tocó el turno a mi poesía, Robles invitó a la estudiante encargada de la entrevista y a mí a sentarnos entre el grupo y las proyecciones de imágenes y textos seleccionados. Y allí estuvimos conversando durante una hora completa, regalo que luego reciproqué con un taller de creación de mini libros.
De más está decir que este intercambio me marcó profundamente, y me motivó a reflexionar sobre los temas discutidos. Hoy comparto con ustedes algunas ideas provocadas gracias al encuentro. Esto lo hago con el deseo que expandir la conversación.
- El lenguaje es esencial para la construcción/destrucción de nuestra abismal gama de identidades.
- Ya lo dijo el brillante Foucault: Una se deja usar, manipular y definir por el lenguaje, sino cuestiona su poder.
- El prejuicio se manifiesta de mil formas, y la poesía nos permite cuestionar los encasillados que aluden a ideologías simplistas, racistas, dañinas. Es ese sentido, el ejercicio poético no sólo nos ofrece la posibilidad de imaginar la libertad, sino de encarnarla. Es decir que nos ayuda a acortar el trecho que nos lleva del dicho al hecho.
- La poesía puede provocar un efecto sanador, y no me refiero a la autocomplacencia. Tampoco hablo de la dosificación de la rabia, la frustración, los deseos, sino de la confrontación valiente que nos reta a vivir de otra manera.
- La poesía es nuestra una aliada, aniquiladora.
- Si se logra el despojo ideológico, una podría re-significar las experiencias vividas, y dotar de sentido este pasar por la vida.
- Quien lee, interpreta. Una no rige la mirada crítica de nadie.
- Nunca se crea en el vacío. Una intenta conversar los poetas de otros tiempos, con los poetas del momento y con todo aquella persona que se tome el tiempo de leer mi trabajo. Esto no es poca cosa.
- La artesanía del libro me ha ayudado a seguir escribiendo poesía. Si no fuera por el placer que me da lo primero, no soportaría lo segundo.
- Hacer libros genera una especie de silencio que no desespera. A mí, por ejemplo, me transporta a la niñez: ese comenzar (en loop), libre de prejuicios, to-do-lists, dolores, obsesiones, dudas, entre otras cosas desagradables.
- Hay gente leyendo mis poemas. Cuando corroboro esta realidad, llega el susto. Después de asumirlo, doy las gracias. Es mi trabajo. Es así como, a lo largo de los años, he intentado dotar de sentido lo que observo, intuyo, experimento, sufro y gozo.
- Si mi trabajo fuera un reloj, no daría la hora correcta, pero sí la sensación de viveza. Eso también vale.
- Escuchar es otro gran saber.